Evangelina Aguilera acaba de publicar "Una casa no arde sola", un poemario atravesado por dilemas como el fuego y la casa. "Este libro, por mínimo que sea, es un gesto de resistencia", dijo.
“La ofrenda, la casa, el fuego son elementos constitutivos de mi librito”, aseguró la docente y escritora Evangelina Aguilera sobre “Una casa no arde sola“, libro de poesías de reciente aparición que editó el sello Suri Porfiado.
La autora, quien es docente de literatura y también escribió “Fuga” en 2009 y el audiolibro “Memoria del silencio”, el 22 de octubre tendrá su desembarco en Buenos Aires. A las 19 se lo lanzará desde el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorrini (Avenida Corrientes 1543).
Aunque tiene varios libros que aún no dio a conocer, Aguilera tiene un contacto diario con el acto de escribir. “Me cuesta mucho mostrar lo que hago pero la verdad es que destino mucho tiempo a la escritura”, indicó a LA CAPITAL.
Este nuevo libro, que tiene prólogo del también docente y escritor Osvaldo Picardo, nació tras la intuición de Aguilera al advertir que los poemas que estaba escribiendo estaban vinculados a “una insistencia y una búsqueda”.
Además, tenían cierta atmósfera del cine del ruso Andrei Tarkovsky, material con el que estaba trabajando. “Me conmovió profundamente la película Sacrificio”, dijo.
Y reconoció que el fuego aparece en el libro “en su doble sentido”, es decir “el que reduce a cenizas pero también el que enciende y eleva”. Para la autora, el fuego es, además, “una llama del espíritu”.
– ¿Qué temas atraviesan tus textos?
– En el librito los poemas construyen una casa. La casa es la escritura y también, si se quiere, soy yo como un lugar donde resuena una voz que escucho a veces. Las recurrencias temáticas, los temas a los que intento acercarme con mayor o menor acierto son la existencia como un tránsito, el lenguaje y su opacidad, la búsqueda constante en el acto de escribir y las ruinas, los despojos de todo lo que se es y se hace.
– ¿Por qué decidiste publicarlo ahora?
– El libro se publicó gracias a la insistencia y al amor. No iba a mandarlo pero finalmente mi compañero de vida me convenció de que nada malo podría ocurrir más que aprendizaje de lo bueno y de lo no tan bueno. Me ayudó muchísimo a confiar en mí. Así que lo envié a Carlos Aldazábal, el poeta editor del Suri Porfiado, y aceptaron el trabajo. Cuando lo envié a la editorial las cosas en el país no estaban bien. Me animé igual, quería correr el riesgo. Cuando se estaba haciendo el libro, todo empeoró: el dólar que subía, cierta tensión y desánimo social que todavía continúa, si es que no ha recrudecido. Entonces para mí es un gesto. Este libro, por mínimo que sea, es un gesto de resistencia. Una docente que escribe poesía y que invierte lo que gana en publicar un libro. Es pura resistencia a un contexto que prefiere otro tipo de conducta. La poesía lejos está del apuro, del consumo, de los odios mezquinos, de las respuestas rápidas, de la eficiencia. Si querés pensalo así: la poesía no sirve para nada. Y allí reside su encanto.
– ¿De qué manera influencia en tus textos tu labor docente?
– Para mí el aula es el lugar de la alegría, el espacio donde todo lo mejor puede pasar. Soy feliz dando clases. Creo que esta vocación, que es también mi trabajo, atraviesa mi escritura. Paso parte del día hablando del lenguaje, leyendo, redactando, creando con los chicos. Esa energía queda en mí cuando vuelvo a mi casa, hago mis cosas y vivo y escribo.